Con una cocina a gas se puede alcanzar suficientes grados en los metales de baja temperatura de fusión, pero hemos tenido que utilizar un soplete a gas, de los que se usan en fontanería, para poder llegar a la temperatura necesaria para fundir antimonio. Una vez licuados los metales, se agita o remueve la mezcla para que quede uniforme y se quitan las impurezas que flotan en la superficie. En ese momento la aleación ya está preparada para verter en el molde.